Recorte de prensa en el que aparece el título del artículo, El Crimen de La Coronada

El Crimen de La Coronada

«El crimen de La Coronada», así fue como tituló la prensa de la época el terrible suceso ocurrido en nuestro pueblo el 8 de septiembre de 1904. Un suceso que conmocionaría a todos los vecinos y que, a día de hoy, resulta increíble de imaginar y de entender.

Esto fue lo que pasó.

Corría el día 8 de septiembre de 1904. Era por la mañana temprano y varios vecinos de nuestro pueblo se reunieron en la Dehesa de la Torre, propiedad de Demetrio de Cáceres, antes de comenzar su jornada de trabajo en el campo. Allí estaban Benigno Airado, dueño de un melonar próximo a la dehesa; Jerónimo Cerrato Horrillo, guarda de la misma; Nicolás Sierra Miranda y Pedro Tello Lozano, pastores del ganado de Demetrio de Cáceres; Valentín Tello Sánchez, de trece años de edad e hijo del mencionado Pedro Tello; y Antonio Miranda Escribano, de siete años de edad.

Los adultos, manifestando tener sed, mandaron a los dos niños a por agua a una fuente cercana al Arroyo del Molar. Una vez saciaron su sed, cada uno se fue a sus quehaceres: Benigno a su melonar; Jerónimo al pueblo a descansar; Nicolás y Pedro a atender al ganado; y los dos niños, montados en una burra, hacia la casa de la Dehesa Lompita, la cual también pertenecía a Demetrio de Cáceres. Allí trabajaba cuidando de los cerdos, Julián Miranda Orejudo, el padre del pequeño Antonio. Pues bien, esta sería la última vez que se vería al pequeño Antonio Miranda con vida.

Casa Lompita

Resulta que esa mañana, Julián Miranda —el padre de Antonio— tuvo que ir al pueblo a recoger grano para el ganado. Y al regresar a la casa de Lompita, solamente encontró allí a Valentín. Su hijo no estaba.

Julián preguntó a Valentín que dónde estaba su hijo y este le contestó que cuando los dos se dirigían a la casa de Lompita, Antonio vio que él se encaminaba hacia el pueblo, entonces se bajó de la burra y salió corriendo para irse con él.

Al oír esto, la preocupación invadió el alma de Julián, pues él no llegó a ver a su hijo en toda la mañana. Preocupado, como cualquier padre, se puso a buscar a su hijo por todo el campo. Todo lo que restaba de día y noche se pasó Julián buscando a su hijo a voz en grito. Tanto, que terminó por quedarse completamente afónico.

Al día siguiente —9 de septiembre— Julián junto con algunos miembros de su familia, continuaron buscando a Antonio. Pero este seguía sin aparecer. No había rastro de él.

Fue a última hora de la tarde de ese mismo día 9 de septiembre, cuando el propio Julián encuentra, en la Dehesa de la Torre, un trozo de carne que se parece a la de la cabeza de una persona. Inmediatamente, fue a la casa del médico del pueblo para suplicarle que examinara la carne encontrada. El médico rápidamente determinó que ese trozo de carne pertenecía a una parte de la cabeza de una oveja y no de una persona. Y mientras el médico hacía el reconocimiento, Julián sufrió un síncope y cayó redondo al suelo. Hacía más de 40 horas que no descansaba ni comía buscando a su hijo.

Pero entonces, ¿Dónde estaba Antonio?

Un día después —10 de septiembre— la agonía continuaba. El niño seguía sin aparecer y un gran número de vecinos del pueblo, junto con la Guardia Civil, se sumaron a buscar a Antonio por todos los campos cercanos. Finalmente, ese mismo día, el niño apareció como nadie quería encontrarlo. Antonio Miranda Escribano, de siete años de edad, apareció muerto en el horno del tejar que había en la Dehesa Lompita.

Fue la pareja de Guardias Civiles del pueblo, compuesta por Francisco Granados y Manuel Álvarez, la que encontró el cuerpo sin vida del pequeño Antonio. Este tenía la cabeza envuelta en un trapo que estaba completamente empapado en sangre.

Inmediatamente, los agentes de la Benemérita fueron a buscar a la última persona que vio al niño con vida, es decir, a Valentín Tello, el otro niño que aquella mañana del 8 de septiembre estaba con él. Al preguntarle qué había pasado, Valentín cambia lo que en un principio le dijo al padre de Antonio y les cuenta a los agentes de la autoridad que su compañero se había caído de la burra con la que iban hacia la casa Lompita, con la mala suerte de golpearse la cabeza con una piedra y matarse. En ese momento, y según le cuenta a los agentes, él se asustó, cogió el cuerpo del pequeño y lo metió en el horno para no meterse en líos.

Poco tiempo se mantendría esta declaración de Valentín como verdadera, pues, tras trasladar el cadáver de Antonio al consultorio médico y realizarle la autopsia, quedó probado que lo que le ocurrió al pequeño no fue un accidente, sino un crimen en toda regla.

Los médicos a cargo de la autopsia, Lorenzo Cruz y Juan Miranda, afirmaron que lo ocurrido había sido verdaderamente horrible. Al quitar el pañuelo que envolvía la cabeza del niño, cayeron al suelo fragmentos del cráneo y se podía ver la masa cerebral hecha papilla, pudiendo afirmar que la muerte había sido originada por tres golpes contundentes de piedra, algo que se confirmaría con las piedras manchadas de sangre encontradas en el horno del tejar. Tal fue la brutalidad con que se dio muerte al pequeño Antonio Miranda, que los médicos llegaron a decir, literalmente, “es difícil se registre otro caso igual o sea un destrozo semejante de una cabeza humana, a no ser por un accidente ferroviario u otro análogo”.

Tras quedar claro que la muerte de Antonio había sido premeditada y no un accidente, la Guardia Civil detuvo como principales sospechosos a Valentín Tello, de trece años de edad; y a su padre, Pedro Tello Lozano, por resultar tan increíble que el crimen lo hubiera podido cometer un niño.

El juicio

Entre los días 27 y 29 de junio de 1905, fue celebrado el juicio por la muerte de Antonio Miranda Escribano. Finalmente, el niño Valentín Tello fue declarado culpable del asesinato de Antonio Miranda y fue condenado a cuatro años de prisión correccional y accesorias, así como a indemnizar al padre de Valentín con mil pesetas.

Los vecinos no podían creer que un niño hubiera matado a otro de una manera tan brutal, se preguntaban qué podía haberle dicho o hecho un niño de siete años a otro de trece, para que este segundo actuara de tal forma. No se entendía. De hecho, a día de hoy sigue sin saberse el móvil del crimen, algo que Valentín nunca confesó.

Imagen en blanco y negro de Valentín Tello, el niño autor del Crimen de La Coronada (Badajoz).
Esta es la única foto que hemos podido encontrar de Valentín Tello. La publicó la revista «Nuevo Mundo».

[Fuentes: Noticiero Extremeño (12/09/1904); Noticiero Extremeño (14/09/1904); Nuevo Diario de Badajoz (14/09/1904); Noticiero Extremeño (15/09/1904); Revista Nuevo Mundo (22/09/1904); Noticiero Extremeño (13/10/1904); Nuevo Diario de Badajoz (27/06/1905); Nuevo Diario de Badajoz (28/06/1905); La Región Extremeña (28/06/1905); La Región Extremeña (29/06/1905). Estas son todas las publicaciones en las que he encontrado información sobre el caso. Incluyo además el enlace al programa de Canal Extremadura Radio, «Aquí no hay nada que ver», que fue donde escuché el caso por primera vez y a raíz del cual empecé a investigar sobre ello. Aquí no hay nada que ver (16/10/2020)]

2 Respuestas a “El Crimen de La Coronada”

  1. Buen trabajo de investigación. Jamás había oído nada sobre este crimen. Me sorprende la escasez de la condena tratándose de la vida de un niño. El que lo mató, en aquella época, con 13 años, seguro que trabajaba casi como un adulto. Respecto de la foto sólo puedo decir que en una ocasión, hace años, vi fotos de jornaleros de aquella época y llevaban ropas muy parecidas. Pero tú eres el experto. Enhorabuena

    1. Muchas gracias! Y en absoluto soy experto. Pongo lo de que puede que no sea por los comentarios del compañero Juanjo y por los errores en el mismo texto de la revista. Pero eso no significa que no se corresponda con la realidad. De hecho, mientras se demuestre lo contrario el niño de la foto es Valentín Tello, ya que es la única fuente documental real que tenemos sobre él. Voy a corregir esa parte del texto para dejarlo más claro. Gracias nuevamente!

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